Lo he conseguido. Ya no soy victima de sus besos. Ni tampoco de su ojos, esos ojos que me volvían loco, que hacían que mis entrañas se anudasen en forma de corazón. Tampoco lo soy de su cuerpo, el cual me enredaba y me calentaba solo con devastarlo con las pipulas.
No voy a negar que ese sufrimiento fuera un sufrimiento vacío. Me has ayudado, al fin y al cabo. Has conseguido que sea fuerte, a no encapricharme, a saber cuando un juego se queda en eso... En un juego.
No voy a volver a ser ese idiota que se rinde ante una fogosa caricia, entrlazada con el fuego del ambiente. NO.
Los papeles han cambiado. Todo ha dado la vuelta.
